Quisiera poder decir que en los 4
años que llevo practicando meditación me
he convertido en una especie de Monje apacible, sentada en un jardín lleno de
flores de loto. Y aunque reconozco me he
liberado de muchas cosas que antes me perturbaban, la noticia que tengo que dar
es que todavía me falta muchoooo, para llegar a la iluminación.
El tema recurrente es la
paciencia o más bien la falta de ella, pues durante todos estos años de mi vida
me encargué de alimentar mi Ego, con la excusa de querer ser muy buena en todo lo que hago,
por eso me auto-programé para exigir y para mandar, pero nunca me tomé el
trabajo de aprender a esperar y sobre todo a tolerar.
Hace algún tiempo entendí que la
vida no es como nosotros queremos, no podemos pensar que todo se dará tal y
como milimétricamente lo planeamos un día.
Y si seguimos creyendo en que todo debe ser perfecto, simplemente sufriremos
y nos mortificaremos cuando las cosas no surjan como las hemos deseado. (Aclaro
que en teoría es muy fácil decirlo, pero lo duro es COMO aplicarlo a la vida
diaria, sin enloquecer en el intento)
En el camino te encuentras con
personas que constantemente se convertirán en una prueba, en unas ocasiones
saldrás bien librada y dejaras pasar la situación pero en otras te sacaran de
quicio. Porque somos humanos y
definitivamente hay días en que uno amanece de malas pulgas.
Ese tipo de gente, que no soporto
y la que a veces le doy poder sobre mis emociones, ayuda a perpetuar mi cliché de
mujer complicada. Sumado a esto hago parte de la generación de mujeres con voz
y voto, en donde esas ínfulas de independencia a veces van en dirección
contraria a la paciencia.
Por ejemplo no falta el compañero de la oficina
que te repite constantemente lo escamosa que eres y pregunta: “¿Si esta, ya
tiene novio porque sigue siendo tan cansona?”. Como si el hecho de dormir con
alguien fuera a amansar mi carácter, genio y figura.
También es desesperante cuando señoras
de la tercera edad, que tienen un seudo- conocimiento en sicología, se creen con todo el derecho de decirte lo que
debes hacer o no con tu vida, pero lo
peor es que te mencionen que tú les recuerdas a ella misma de joven. (Inmediatamente me dan ganas de salir corriendo,
pues a los 60 años no quisiera verme como una cacatúa)
Y el caso que más me hace perder
los estribos es la mentira, pues no soporto que una persona que consideré mi
amiga, me de la puñalada por la espalda y lo más tenaz es que sea tan cobarde
como para no darme la cara.
Pero luego recuerdo lo buena que
es la respiración (1, 2, 3 inhalo y exhalo) y a mi mente llegan como notas
musicales, las palabras de mi Maestro Espiritual: Tu sobrellevas a estas personas en un breve momento de tu existencia,
pero ellas se deberán soportar a si mismas toda la vida.
Cuando ya me tranquilizo, me doy cuenta que a nivel general mi vida es muy
feliz, por lo que seria muy estúpida si
le sigo dando poder a emociones perturbadoras. Mi mundo es como un sueño, yo lo he
creado y por eso decido si quiero tener pesadillas y alimentar al troll de la
ira, o simplemente elijo pasarla bien. Y
esto es la enseñanza de bolsillo que siempre debo llevar conmigo, para cuando
encuentre en mi camino algo o alguien que me altere. Es todo un arte el aprender COMO seguir
adelante sin cargas pesadas, a no molestarse por bobadas, pero sobre todo sin
mirar atrás.
Hay un sabio proverbio Persa que
expresa: “La paciencia es un árbol de raíces muy amargas, pero de frutos muy
dulces”… Y tu que sabor escoges?
Imagen: Amazonsister, Corbis