
El Halloween es solo una vez al año, pero algunas veces tenemos la mala costumbre de dejarnos el disfraz. Nos amañamos tanto con la máscara que llevamos puesta que luego se nos es difícil quitárnosla.
Muchas veces me disfrazo de una mujer fuerte cuya armadura es dura y difícil de atravesar, esto no lo hago de forma gratuita, tal vez es el miedo a que se repitan dolores pasados, lo que me hace creer erróneamente que ser una persona sensible es signo de debilidad y por eso represento a una súper heroína. Aunque estoy consciente que debajo todo ese ropaje hay mucha carne y sentimientos, mis mascaras no las utilizo para atacar sino más bien para protegerme. Pues considero que mi corazón no se le debe mostrar a todo el mundo, pues siempre habrá algún aprovechado (Esos que llamamos lobos disfrazados de oveja), o como dice Aleida la de Vladdlo “Es increíble la facilidad con la que un tipo de convierte en un insecto”.
Así mismo todos en algún momento de nuestra vida nos vestimos o representamos algún personaje, ya sea con el propósito de conseguir algo: Una persona, dinero, posición, Etc. Por ejemplo los hombres que siempre quieren vestirse de exitosos para conseguir el poder o por lo menor aparentar que lo tienen, o aquellas mujeres que se disfrazan de sumisión, para conseguir un hombre (Las que llamamos asolapadas) que supuestamente no matan una mosca, pero que al final es mucho peso utilizar un disfraz tan rígido y terminan sacando las garras. Por ahí dicen que ese atuendo también pica mucho…
Muchas veces no es que la persona tenga o no disfraz, lo que sucede es que vemos lo que queremos ver, pues nuestros propios antifaces también nos afectan la visión y el mundo se vuelve un Halloween permanente en el que no sabemos quién es real y quien no, pero a la vez quisiéramos un poco de sinceridad, siendo una contradicción que en el fondo todos buscamos a alguien que sea el primero en quitarse la careta y sin miedo de mostrar su verdadero rostro que independiente de lo bueno, malo o feo, se hallará maravilloso porque será real.

Como espectadora de este triqui triqui, he visto relaciones en donde se disfrazan de indiferencia y poco a poco dejan morir lo que alguna vez fue amor, otras veces he observado a personas convertirse en lagartos y abandonar su dignidad, todo por arrastrársele a alguien que tal vez no vale la pena, y finalmente el atuendo más vendido y que siempre se agota en las estanterías, es el de la felicidad y que todo están bien. (Por mejor disfraz que se tenga, el amor no se puede ocultar y mucho menos fingir).
Mientras tanto vivo con mi mascara de falsa modestia, mi armadura para protegerme de la lanzas de Cupido, una que otra excusa de político para crear cortinas de humo, pues al estilo de un comic, como muchos seguiré ocultando mi identidad, pero quiero aclarar que el hecho de que cubra mi rostro, no significa que oculte mis intenciones… estas siempre serán verdaderas.
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